miércoles, 15 de agosto de 2007

Boy culture

Ficha técnica y datos varios aquí.
Noche de jueves. Dos horas desocupadas por delante, ganas de estar sola, ninguna necesidad ni posibilidad de volver a casa.
Me acerco al Avenida a ver la cartelera, por curiosidad, confiando en que algo llamará mi atención. Ninguna me entusiasma especialmente, pero veo este cartel (a la izquierda) y pienso: vaya, una peli de maricones... ¿cuánto hace que no veo ninguna? Y de repente se me antoja, la imagino enorme delante de mis ojos y creo que me divertiré viéndola.

En un principio no hay apenas nadie en la sala, y poco a poco se va llenando de hombre de entre 40 y 60 años, todos llegando de dos en dos y sentándose en filas y butacas anejas a la mía, pero no junto a mí. Estoy sola, y sé que me observan con curiosidad y quizá con desprecio.


Comienza la peli. X es un joven de unos 25 años que trabaja como chapero de lujo en Seattle y tiene una cartera de doce clientes a los que es fiel. Es homosexual, obviamente. Vive con otros dos gays en un piso con cierta categoría. Andrew es negro y guapo, y Joey es un jovencito confuso y alegre, típica loca, de apariencia frívola pero de fondo muy entrañable.

La película está contada desde la perspectiva de X, cuyo verdadero nombre no se sabe hasta el final. Dos hombres marcan su vida y atraviesan la película: Andrew, su compañero de piso, y Gregory, su último cliente, un hombre de 79 años que ya tenía un papelito en Ladrones (anterior película que vi en el cine y no encontré momento de comentar). X es guapo y exitoso, y huelga decir que le sobra la pasta. No se enamora, no habla de amor, sólo le importa el sexo, pero es buena persona y en el fondo sólo está un poco perdido. Es introvertido, apenas habla de sus cosas (sus compañeros de piso se lo recriminan), pero el espectador lo va conociendo y se descubre como un hombre apasionante y apasionado al que la vida no trató demasiado bien.

Todas las pelis que vemos son un drama, una lucha interior por encontrarse a uno mismo y al amor, la paz, la tranquilidad, a través de un camino lleno de dolor y sufrimiento, sea físico o psicológico, sea cine europeo o chino o magrebí, sea en inglés o en arameo, sea sobre hombres o sobre mujeres, siempre esperamos que tenga final feliz, que se enamoren, que se casen, que se besen, que se quieran.
Y Boy culture no iba a ser menos.
Esta "crítica" apesta pero es todo lo que me sale por hoy.

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