Una de las primeras cosas que aprendes en Comunicación Audiovisual (dos años antes de recibir clases de Historia del Cine Universal) es que el cine se inventó en 1895 (fue presentado en un café de París el 28 de Diciembre por los hermanos Lumière) y que hasta 1914 se dedicaron a experimentar con la cámara, moviéndola un poco aquí o allá, y pintar a posteriori, muy de aquella manera, los fotogramas en el laboratorio. En 1915 Griffith estrena The Birth of a Nation (El nacimiento de una nación), y consigue por primera vez narrar una historia con imágenes. Tomando el modelo teatral expuesto por Aristóteles en su Poética, uno de los primeros genios de la historia del cine hilvana, sólo valiéndose de imágenes y sonidos, toda una historia de más de 3 horas de duración basándose en el principio de concatenación por causa-efecto.
Y el cine nació, o mejor dicho, nació el primer modelo, el Modelo Representativo Institucional (MRI para los amigos comunicólogos). Los americanos exploraron sus posibilidades hasta la saciedad, y también los europeos, pero fueron aquellos los que más partido le sacaron (al menos económico), algo que es también lógico ya que fue un invento suyo.
Yo soy una apasionada del cine clásico. Antes de entrar en la carrera, conocía a Hitchcock y poco más. Ahora visiono todo lo que cae en mis manos, siempre con altísimas expectativas, y pocas veces quedo decepcionada. Y es porque me importan las historias. Confieso que siento cierto desprecio por la forma, por esa otra cara de la moneda a la que los postmodernos tanta referencia hacen. Que el modelo clásico necesita una vuelta de tuerca, y que es interesante decir las cosas de otra manera, me parece una argumento razonable; que basemos el cine en formas y efectos que sólo esconden un vacío narrativo y simbólico, no. No es que no me pueda gustar Tarantino, Iñárritu o el cine iraní. No es que no sepa apreciar una buena película, o al menos que no lo intente. Las historias son buenas o no lo son; están bien contadas, o no lo están. Pero ni tanto, ni tan calvo... No es justo despreciar a Hollywood porque fueran tras el dinero. También nosotros necesitamos el dinero, por eso vivimos de subvenciones. Me apunto a que haya por lo menos un Billy Wilder vivo, aunque sea un avaro, pero que me deje pegada a la silla.
Y yo que quería hablar de Sunset Boulevard....
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